19.2.05

Es tan raro escribir un mirame las medias tomando solo mate. Siempre me tomo un vinito o alguna otra cosita, para que la letras me salga más redonda y así se me puede entender. Dicen que se fue para europa y cuando llegó, bah tremenda desilusión, lo que te digo acá es bien cruel, no es fácil representar un año. Triste el hombre que ha dejado atrás su sol, su gente, su camisa, sin pensar tan lejos cambia todo y la nostalgia te hace trizas. Entiende lo que pasó, intenta respuesta en su reloj. Se fue sin ton ni son a buscar un paraíso y encontró desilusión. Esos que llaman inmigrantes y son personas comunes, corrientes. En fin, los hombre comunes, corrientes, me traen nuevamente a mi pequeño hogar en la avenida Corrientes y entonces dejo de transcribir lo que cantan los orishas y me acuerdo que tengo un limpiador cremoso esparcido sobre la cocina, un chorro de agua corriente caliente y a esperar. La situación era insoportable, porque no estaba muy sucia, pero se había volcado unas gotas de agua de acelga que al secarse dejó con unas formas tan espeluznantes grabadas en la superficie impoluta de la cocina, que hacía dos días que no tomaba mate y comía sánguches, porque me daba miedo acercarme a esas figuras. La primer noche en que las vi, me la pasé soñando que me decían “levante a trabajar, josé, la caña hay que cortar, tu ves, después vamos a comer, arroz con frijoles y un buche de café.” Y no quise acercarme más a la cocina, hoy fui medio de espalda y desde lejos le tiré unos chorros de limpiador cremoso, que limpia y desinfecta sin rallar. Luego, armado con un tenedor y una virulana (que limpia pero raya, así que es al pedo el limpiador cremoso) encaré las manchas, atravesadas por chorros blancos, y las quité. Después me hice un bife y tuve que volver a limpiar, pero no eran manchas, eran gotas góticas.