14.4.05

Los gusanos verdes de Brunei, se entierran a sí mismos, para 20 minutos después salir convertidos en las mariposas Marisopa Maravilis. Brinda, en su breve existencia de 2 horas, el más magnífico espectáculo de la naturaleza. Mientras tanto aquí, en mirame las medias, un nuevo post comienza. Comienza el día con el reflejo del sol rebotando por los vidrios, los ruidos de agua arrojada desde baldes. Gente que limpia a la mañana. Gente que no entiende. Aunque en realidad ustedes tampoco comprenden, porque no soy claro en mi escritura, pero debo confesar que yo tampoco comprendo del todo. Empezaré por partes.

Yo trabajo hasta agotar stock de “fuerza laboral” y tienen que saber que la fuerza laboral de un amante del trabajo puede durar hasta 14 horas. La mía rara vez alcanza las cinco horas. No puedo evitar que la calle venga hacia mí. Volver a caminar, pero como tengo unas zapatillas nuevas no es tan bueno caminar. Cosa que me confirman las dos abultadas ampollas que brotaron hace unos días en mis pies. Lo mejor que puedo hacer es sentarme, relajarme y sacarme las zapatillas. Así que decidí ir al cine. Miré la cartelera y las palabras no me decían nada. Solo eran palabras. Allá al fondo vi la palabra ideal. La palabra que estaba buscando. Una película de la que me gusta mucho el título: Whisky. Para verla en correctas condiciones me compré una petaquita y cuando salía del kiosco ya, volví y compré la otra. Compré la entrada al cine. Un paquete de pop corn y me senté a esperar que empiece la proyección. Me daba careta pelar petaca y empinar, por la luz, por las luces, pero sobre todo por la gente. Pero la espera se hizo larga, la gente no entraba al cine y seguía paseando por Corrientes sin prestar atención a la proyección. Los directivos del establecimiento querían llenar la sala. Y yo quería tomar un trago de whisky, saqué la primera y le di el primer beso de una matinee de pasión. En seguida, apagaron las luces y empezó a rodar la cinta y confirmé mi sospecha, estaba demasiado lejos de la pantalla. Rogaba que no fuera una película con subtítulos, porque no podría leerlos. Tenía miedo que fuera escocesa, porque todos los buenos whiskys son escoceses. Pero no, era uruguaya. Un sudor frío me corrió por las espaldas y quise irme, pero era imposible, algunos de los paseadores habían entrado a la sala y habían taponado mi fila. La huida era imposible. Me relajé hasta bajar a la mitad mis palpitaciones y sintiéndome mejor le di el segundo beso a la petaca. Yo tengo dos principios de vida, que son la clave de mi felicidad: 1. No usar más el windows 98. 2. No consumir nada fabricado en Uruguay. Y desde que cumplo esos principios simples soy un poco más feliz. La rueda de la fortuna giraba y me ponía cabeza abajo, burlándose de mi. Usando win98 en la pc del trabajo y atrapado en la proyección de un filme uruguayo. Me tuve que volver a tranquilizar, estaba al borde de las lágrimas. No podía más, le di un tercero beso a la petaca, que hizo que la vea vacía y sin sentido. La dejé en el piso y dando golpecitos de puño sobre la otra petaca que tenía en el pecho, sonreí. Volvía a tener el control de la situación.

Lo bueno de ir a ver una película uruguaya es que uno no tiene ninguna esperanza de diversión. Por eso hasta lo más estúpido puede resultar divertido. En la primera parte de la película no encontré ningún motivo de sonrisa. Y eso que yo encuentro motivos de risa en casi cualquier circunstancia. Volví a sentirme mal. Abrí la segunda y le di un tierno beso en su virgen orificio. No era whisky, era anís, no había mirado bien. Bueno, esas cosas pasan, lo importante es no pensar. Y le volví a dar otro trago.