28.4.09

Engranajes y cucarachas crujientes

Cruje el engranaje, el viejo engranaje, aunque no tan viejo, che. Pero el desuso... Eso debe ser. Eso es. Las horas, los días, los meses y hasta los años sin letras.
Las realidades, muy otras, ahora mi panchita me acompaña. El departamento sigue siendo chico y en los últimos cuatros años no tuve tiempo para ordenar mi cuarto / biblioteca / estudio.
El desorden no incomoda, lo feo y lo desagradable es la aparición de pequeñas cucarachas.
La alimentación basada en pizza, el desorden, el problema para lavar la ropa y ahora las cucarachas. A la grande le puse Cuca.
Todo empezó este verano, aparecieron las pequeñas cucarachitas. Eso en un principio pensé que facilitaría su exterminio, pero no fue así. Porque serán chiquititas, pero son muy desinhibidas y es cuestión de que apague la luz para que ellas empiecen a reproducirse.
Cuando las cucarachas suben a las paredes es que ya hay muchas. Ya el chancletazo no era efectivo. Por eso busqué otros métodos por lo que visité una huerta orgánica. Tenía la idea de que me darían una solución del tipo de “poné tal planta en el rincón opuesto al que salga el sol”, pero me dijeron que eso era feng jui.
Lo cierto es que parece que no hay planta que espante a las cucarachas. Igualmente sirvió la visita porque me recomendaron dos técnicas caseras que comparto con ustedes pese a que no me sirvieron por mi particular forma de ser. La primera era poner por la casa tapitas de gaseosa dadas vuelta con azúcar y bicarbonato de sodio. La explicación de su funcionamiento es simple, el azúcar las atrae y el bicarbonato las mata. Lo que ocurría es que en mi habitual desatención al mundo físico que conforma mi entorno, las vivía pateando. No sé si las cucarachas morían, pero había tanto polvo blanco regado en el piso que el departamento parecía un laboratorio clandestino de fabricación de cocaína.
El segundo método consistía en cortar pequeños cubos de chocolate y ponerlos en el cráter de un pequeño volcán de soda cáustica por los rincones del departamento.
Yo ando siempre descalzo y por muy escondidos que estuviesen los volcanes los terminaba pisando más tarde o más temprano y eso hacía que en mi planta del píe tuviese una extraña sensación mezcla de pegote y ardor. Eso hacía que me lavara los pies más de lo que hubiera querido, aunque probablemente menos de lo necesario.
Consulté con algunos vecinos que tenían el mismo problema y me dijeron que el remedio chino infalible es la jeringa con veneno.
La compre y como un enfermero endemoniado y sin barbijo las perseguí por toda la casa pero solo pude alcanzar a tres o cuatro, que murieron en el acto es cierto, aunque no sé si por el pinchazo o por el veneno. Es cierto que es un método infalible, pero me resultó muy trabajoso y cansador.
Lo último, me dijo el ferretero, son los cebos matacucarachas. A lo que yo respondí que ya existían cuando yo era chico, de eso hace ya más de 20 años. El ferretero confirmó lo que decía, es cierto, es lo último, los cebos se patentaron en el ´64 y desde entonces no se ha inventado nada nuevo.
Esperando que sea lo último también para mí distribuí los cebos por el departamento. Por ahora no las mata, pero las deja como drogadas, caminando lento. Eso facilita el volver a aplicar el primer y más básico método, el del chancletazo.
Voy a dejar los cebos unas semanas y luego los retiraré todos de manera abrupta para que las cucarachas mueran de abstinencia.